
El Mago ha muerto, o eso dicen.
El tipo que más culpa tiene de que algunos, desde bien temprano, nos alistásemos de por vida en el pelotón chiflado ha dicho basta a los noventa y dos años y se ha ido a brindar con Zeus a nuestra salud.
Qué bonito sería poder demostrar, algún día, que ese impagable legado no cayó en saco roto, ¿verdad?
DEP