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domingo, mayo 19, 2013

¡Debería estar en un museo! ¿O tal vez no?

Sobre Tlazoltéotl y el dorado ídolo de los Hovitos


Después de disfrutar cual cochino en charca con la escena del templo por vez un trillón, la mayoría habréis recordado que la imagen de la diosa que nuestro amado doctor Jones toma prestada del altar representa a una mujer –muy fea, por cierto– en el momento del parto. Hasta aquí lo obvio.

Lo no tan obvio –para servidor ciertamente no lo ha sido hasta hace poco– es que el ídolo de la película fue esculpido a semejanza de una talla en piedra verde, supuestamente azteca, de una diosa llamada Tlazoltéotl [tla-zol-té-otel] que está considerada como una obra maestra del Museo Dumbarton Oaks en Washington D.C. Por si hay dudas, echen un vistazon y busquen las diferencias en las siguientes fotos.


Los adoradores de la diosa tuvieron que ser una gente la mar de divertida, tanto o más que una fogosa horda de bonobos puestos hasta las cejas de lacasitos del amor azul pitufo, pues Tlazoltéotl significa en dialecto azteca “Diosa de la Inmundicia” (tla, cosa; zolli, inmundicia; teotl, dios), también se la conozce como la Devoradora de Pecados o la Comedora de Suciedad, y era patrona de la fertilidad, de los partos, de la lujuria, de los amores ilícitos, del adulterio, de la carnalidad, de las transgresiones morales y de la locura, es decir, la versión azteca de Shub-Niggurath.

La parte que hace todo este rollo casi  interesante es que allá por los 1883s un marchante de arte chino afincado en París –¿un pariente anticuario del libertino Arthur Fong?– vendió la figura de Tlazoltéotl a un caballero de edad francés llamado Augustin Damour, afamado minerólogo de la época. Resulta que el erudito Monsieur Damour compró la figura siguiendo los consejos de una amistad suya, un tal Eugène Boban, de quien se decía había sido y parece ser que en verdad lo fue  arqueólogo de la corte del malhadado Maxilimiano I de Méjico.


Monsieur Boban, orgulloso, posando junto a su colección
de objetos “mesoamericanos” durante la Exposición
Universal de París de 1867; al pie izquierdo de la imagen
 destacan una gran vasija y un hacha de guerra,
ambas aztecas según Boban o ambas falsas cual duro de
madera según los expertos modernos.
 

Uno de sus timos de Boban más recordados es la legendaria
calavera de cristal que todavía exhibe –etiquetada como falsificación
el todopoderoso Museo Británico (¡y que nosotros nunca vimos!!)

La sombra del fraude se proyecta sobre numerosos artefactos que pasaron por las manos de Monsieur Boban y que hoy se exhiben en otros tantos museos como obras maestras. Hace unos años, la imagen de Tlazoltéotl fue analizada en detalle por un grupo de antropólogos del Museo Smithsoniano de Historia Natural quienes descubrieron que la postura de alumbramiento que muestra la talla no tiene parangón con otros artefactos precolombinos ni con las imágenes de los códices indígenas anteriores a la conquista española. Además, cuando examinaron la superficie de la escultura bajo el microscopio electrónico, descubrieron numerosas huellas de erosiones dejadas por herramientas “modernas” de corte rotatorio, tecnología forzosamente desconocida para los artesanos indios. Basándose en estos resultados, los expertos del Smithsoniano opinan que el ídolo de Tlazoltéotl no habría sido esculpido entre los siglos XIV y XV, como aún creen muchos especialistas, sino que sería falsificación del siglo XIX.


¡Aunque qué diablos! Puede que el origen de la estatua sea dudoso y ésta termine siendo un fraude made in china, pero es incuestionable que el ídolo perdido de los hovitos siempre será uno de los artefactos estéticamente más inquietantes y sugestivos del Cine universal…