Viviendo en una ciudad verde y repleta de habilidosos jardineros, mis conocimientos botánicos se habían basado históricamente en los siguientes axiomas:
A) A las plantas les gusta el agua.
B) A las plantas les gusta el sol.
C) Los cactus son feos.
Los experimentos domésticos me hicieron ver que mis dos primeros axiomas tenían excepciones muy flagrantes y que por lo tanto eran simples reglas. Sin embargo, hasta antesdeayer, el tercer postulado había sobrevivido al paso del tiempo inalterable. Tanto es así que estuve tentado de arrojar al protagonista de esta historia en caída libre hasta la calle tras un doloroso altercado entre sus púas y mis dedos. Y si no lo hice, fue por temor a descalabrar a un turco e iniciar una intifada en la Eylauer Strasse.
Todas estos prejuicios desaparecieron este lunes, 24 horas tras el incidente, cuando el mencionado cactus contraatacó biológicamente; regadera en mano, me di de bruces con una de las flores mas rotundas y elegantes que recuerdo haber visto en una planta. Me figuro que el cactus, agradecido por el indulto, decidió limar asperezas entre nosotros y de paso hacer trizas mi tercer axioma botánico. No me quedó sino reconocer mi derrota e inmortalizar el descubrimiento en un par de fotos.
La flor se fue como había venido, de la noche a la mañana, pero ahora el cactus se sabe vencedor de nuestra pugna.
A) A las plantas les gusta el agua.
B) A las plantas les gusta el sol.
C) Los cactus son feos.
Los experimentos domésticos me hicieron ver que mis dos primeros axiomas tenían excepciones muy flagrantes y que por lo tanto eran simples reglas. Sin embargo, hasta antesdeayer, el tercer postulado había sobrevivido al paso del tiempo inalterable. Tanto es así que estuve tentado de arrojar al protagonista de esta historia en caída libre hasta la calle tras un doloroso altercado entre sus púas y mis dedos. Y si no lo hice, fue por temor a descalabrar a un turco e iniciar una intifada en la Eylauer Strasse.
Todas estos prejuicios desaparecieron este lunes, 24 horas tras el incidente, cuando el mencionado cactus contraatacó biológicamente; regadera en mano, me di de bruces con una de las flores mas rotundas y elegantes que recuerdo haber visto en una planta. Me figuro que el cactus, agradecido por el indulto, decidió limar asperezas entre nosotros y de paso hacer trizas mi tercer axioma botánico. No me quedó sino reconocer mi derrota e inmortalizar el descubrimiento en un par de fotos.
La flor se fue como había venido, de la noche a la mañana, pero ahora el cactus se sabe vencedor de nuestra pugna.
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