Hace muchas lunas, el gran Antonio Gasset dijo que su programa, Días de Cine, sólo lo veían un puñado de politoxicómanos. El ácido Gasset apostillaba además que él mismo era un trastornado, aunque no por culpa directa de los estupefacientes sino por obra y gracia de don Philip K. Dirk y sus libros de ciencia ficción. En el caso de este servidor de ustedes, la culpa recae sobre don H.P. Lovecraft y sus chifladuras.
Aclarado lo anterior, pudiera ser que todavía ande suelto por ahí alguno de los politoxicómanos que se quedaron huérfanos cuando los del talante jubilaron a Gasset. Y también pudiera ser que tal advenedizo haya desarrollado el gusto por otro tipo de perversiones y que, con tal de seguir alucinando durante sus interminables noches de insomnio, sienta una clandestina curiosidad por saber cómo diablos se hizo Robomiliki. Para ese loco insomne –dudo que haya más de uno- es para quien está dirigido lo que viene a continuación. Mis sinceras disculpas al resto.
Todo este jaleo comenzó una mañana de las Navidades Pasadas –como en un cuento de Dickens- cuando en la tienda de tu-jefe-el-alto descubrí la figura de lo que parecía ser un gorila mecánico de dimensiones respetables en escala 28mm. Digo parecía porque la miniatura estaba embalada dentro de una cajita de cartón cerrada, opaca y cubierta de ilustraciones estridentes que prometían el oro y el moro al incauto comprador. En condiciones normales de presión y temperatura, jamás hubiese comprado una miniatura sin haberla examinado antes en detalle, menos sin conocer la marca*. Sin embargo, cedí a la tentación pues llevaba demasiado tiempo tratando de encontrar -sin éxito- algo que pudiese pasar por un kriegaffe. Mejor cagarla y arrepentirse, me consolé, que sólo arrepentirse. Ya se imaginarán lo que sucedió después, ¿verdad? Sí, exacto, ¡la cagué!
(*) Pulp City
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El primo gayer de Robomiliki con un conocido de paseo por las Ramblas |
En este punto mis recuerdos se tornan borrosos pero sé con certeza que pasé literalmente varios días observando los rasgos de la miniatura. Tras muchos lamentos, acepté que, mirando con los ojos entrecerrados, la cabeza me recordaba a la de un gorila… de alguna forma. Además, la pieza no había sido fundida en un solo bloque de metal y eso permitía flirtear con la feliz ocurrencia de modificarla. Ahí terminaban todas las ventajas y empezaban los inconvenientes.
Más o menos fue entonces cuando un ladrillazo creativo me alcanzó de lleno en la sien izquierda. Como buen devoto de su Majestad Satánica, en aquellas fechas navideñas me estaba leyendo El Prometeo de Hierro, historieta donde el intrépido Bogavante Johnson reparte estopa entre un motón de aviesos nazis dirigidos por el primo de hermano de Fumanchú, más malo que el sebo por cierto, quien a su vez pugna por poner sus afiladas uñas sobre el T.E.V. o Traje de Energía Vril, una suerte de supertraje que permite a su portador utilizar el fabuloso poder del Vril , la fuente de la energía de todo el Universo…Y ahí lo dejo.
Cosas a tener en cuenta antes de cortarle nada a nadie (y darte cuenta de que más guapo habrías estado viendo el Sálvame):
1.- Hay que tener una idea clara y diáfana del aspecto que debería tener el modelo una vez terminado.
2.- Para lo cual hay que preguntarse si la postura que vemos guapísima en nuestra cabeza es factible anatómicamente y realizable teniendo en cuenta las limitaciones escultóricas del modelo de partida.
3.- También hay que pensar si tal postura reproduce la sensación que el modelo pretende transmitir al observador.
4.- Finalmente, y no menos importante, hay que saber dónde diablos quedará el centro de gravedad de la miniatura una vez haya sido modificada; si por casualidad la miniatura fuese grande y pesada, y su centro de gravedad cayese por fuera de su área de apoyo (p.ej. los pies), entonces es posible que aparezcan problemas serios de estabilidad cuando se intente fijar la miniatura a la superficie del diorama.
En el caso de Robomiliki, tuve que aceptar que el tronco –un mazacote de metal más grueso que mi pulgar- era intocable. Los únicos grados de libertad estaban en sus extremidades y cabeza. La patas, sin ser la panacea, podían salvarse de la quema; aunque, eso sí, habría que cortar y reorientar la que venía unida al tronco. Los antebrazos y las manos eran, con diferencia, las partes que más problemas tenían: los unos por ser demasiado esbeltos y las otras por parecer cómicamente pequeñas.
El problema más gordo de todos -y hubo muchos- surgió cuando dejaron de convencerme los rasgos del rostro pues parecían más de máquina que de animal. ¡Y este mono no podía ser un simple robot! Con la Iglesia habíamos topado; una cosa es modificarse una miniatura y otra muy diferente es esculpirte parte de ella, ¡sobre todo si esa parte es la cabeza!
[...] A mi pasó con el rostro del gorila; sólo me convenció el resultado una vez la miniatura estuvo terminada. |
Uno de los problemas de la composición final sobre la peana fue el tamaño relativo gorila-tanque debido a que ambos son muy parecidos y eso hace que se eclipsen entre sí dependiendo de por dónde se observe el diorama. Me explico: si ponía ambas miniaturas juntas, al mismo nivel sobre la base, el dramatismo se evaporaba. Por un lado la postura del mono, aún después de haber sido modificada, adolecía el dinamismo buscémico necesario para que la escena funcionase con la contundencia de un puñetazo de cimerio. Por otro lado, un tanque es un tanque. Su carga dramática es fija, uniforme. Y al igual que Chuck Norris, no tiene un perfil más fotogénico que otro. Estos dos motivos unidos desaconsejaban que ambos elementos –mono y tanque- compartiesen protagonismo estando sobre la base; habría sido difícil dilucidar a simple vista si el mono estaba aporreando el tanque por un flanco o sólo miccionándose.
Este gráfico muestra lo importante que era calcular bien el centro de gravedad del mono |
Pero como veo que este rollo se me vuelve a salir de madre, creo que será mejor parar aquí y seguir en otro momento. Dejo en el tintero la modificación del Sherman y el uso de pigmentos (*)
para crear efectos como barro y salpicaduras en vehículos.
(*) Desafortunadamente la inmensa mayoría de tutoriales que existen en la red aplican a escalas grandes (la NBA del 1:35) Los pocos que he visto para escalas más pequeñas se basan en ellos y dan consejos bien intencionados pero erróneos. Espero sacar un hueco para compartir mis descubrimientos.
Solo puedo arrodillarme y aclamar la victoria del Reich.
ResponderEliminarEn fé y obediencia. Guíanos a la victoria!.
En la proxima visitilla estaría bien hacer un mini-taller de pintura, mini-consejos para paquetes, ya sabes.
En dos palabras:
ResponderEliminarSin palabras!!!
La idea del taller de modelismo CEFA suena justa y necesaria.
ResponderEliminarViendo cómo se las gastan los redactores últimamente, me parece que todos tenemos cosas que aprender del resto; ya lo dijo Gandalf: ni es oro todo lo que reluce ni está perdido todo el que anda errante.
Enorme! Gracias en nombre de todos los politoxicómanos insomnes que en el mundo han sido.
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