Después de disfrutar cual cochino en charca con la escena del templo por vez un trillón, la mayoría habréis recordado que la imagen de la diosa que nuestro amado doctor Jones toma prestada del altar representa a una mujer –muy fea, por cierto– en el momento del parto. Hasta aquí lo obvio.
Lo no tan obvio –para servidor ciertamente no lo ha sido hasta hace poco– es que el ídolo de la película fue esculpido a semejanza de una talla en piedra verde, supuestamente azteca, de una diosa llamada Tlazoltéotl [tla-zol-té-otel] que está considerada como una obra maestra del Museo Dumbarton Oaks en Washington D.C. Por si hay dudas, echen un vistazon y busquen las diferencias en las siguientes fotos.
Los adoradores de la diosa tuvieron que ser una gente la mar de divertida, tanto o más que una fogosa horda de bonobos puestos hasta las cejas de lacasitos del amor azul pitufo, pues Tlazoltéotl significa en dialecto azteca “Diosa de la Inmundicia” (tla, cosa; zolli, inmundicia; teotl, dios), también se la conozce como la Devoradora de Pecados o la Comedora de Suciedad, y era patrona de la fertilidad, de los partos, de la lujuria, de los amores ilícitos, del adulterio, de la carnalidad, de las transgresiones morales y de la locura, es decir, la versión azteca de Shub-Niggurath.
La parte que hace todo este rollo –casi– interesante es que allá por los 1883s un marchante de arte chino afincado en París –¿un pariente anticuario del libertino Arthur Fong?– vendió la figura de Tlazoltéotl a un caballero de edad francés llamado Augustin Damour, afamado minerólogo de la época. Resulta que el erudito Monsieur Damour compró la figura siguiendo los consejos de una amistad suya, un tal Eugène Boban, de quien se decía había sido – y parece ser que en verdad lo fue– arqueólogo de la corte del malhadado Maxilimiano I de Méjico.
Uno de sus timos de Boban más recordados es la legendaria
calavera de cristal que todavía exhibe –etiquetada como falsificación–
el todopoderoso Museo Británico (¡y que nosotros
nunca vimos!!)
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La sombra del fraude se proyecta sobre numerosos artefactos que pasaron por las manos de Monsieur Boban y que hoy se exhiben en otros tantos museos como obras maestras. Hace unos años, la imagen de Tlazoltéotl fue analizada en detalle por un grupo de antropólogos del Museo Smithsoniano de Historia Natural quienes descubrieron que la postura de alumbramiento que muestra la talla no tiene parangón con otros artefactos precolombinos ni con las imágenes de los códices indígenas anteriores a la conquista española. Además, cuando examinaron la superficie de la escultura bajo el microscopio electrónico, descubrieron numerosas huellas de erosiones dejadas por herramientas “modernas” de corte rotatorio, tecnología forzosamente desconocida para los artesanos indios. Basándose en estos resultados, los expertos del Smithsoniano opinan que el ídolo de Tlazoltéotl no habría sido esculpido entre los siglos XIV y XV, como aún creen muchos especialistas, sino que sería falsificación del siglo XIX.
¿Sala de falsificaciones?
ResponderEliminarInteresante artículo, es cierto que no vimos la calavera de cristal, pero eso del área de falsificaciones...
Según el museo, la calavera está en la sala 24, Viviendo y Muriendo. No sé...
http://www.britishmuseum.org/explore/highlights/highlight_objects/aoa/r/rock_crystal_skull.aspx
Aún así debería estar en un museo. Por ahí rulando hay muchas más falsificaciones de las que se cree. Eso incluye ciertas sombras sobre la famosa Nefertiti....
Detallista como siempre, querido camarada Dalkan. Enmiendo la errata.
ResponderEliminarLa historia de la calavera de cristal (o mejor dicho, de las calaveras de cristal) merecería un artículo propio.
Como bien referencias, en la actualidad la calavera de cristal puede verse en la exposición Living and Dying en la Welcome Trust Gallery del Museo Británico, y está idenficada como falsificación. El museo se la compró a Tiffany & Co (los mismos que venden los diamantes para desayunar), quienes a su vez se la habían comprado a Boban hacia 1886 por 950 dólares de la época, el mismo precio que pagaron los británicos una década más tarde, está claro que creyendo que era auténtica; tardaron casi un siglo en comprobar que no lo era.
La sombra de la duda suele tornarse negra como ala de cuervo cuando artefactos únicos aparecen por arte de birlibirloque en manos de presuntos expertos que dicen haberse encontrado los objeto en cuestión guardados en una caja en el garage de casa (literalmente)
Boban descubrió más arte azteca y maya en 4 años de periplos por Méjico que los españoles en 400, y al final tuvo que huir del país para evitar la cárcel. Por otro lado, el descubrimiento del busto de Nefertiti en las excavaciones de Amarna en 1912 está más que documentado aunque es cierto que existe el debate sobre la finalidad del busto en sí.