Fiel a la máxima que promete apoyo divino a quien se levanta pronto, descubrí que hacía una mañana preciosa, demasiado soleada para malgastarla durmiendo. Así que mientras me desayunaba, recordé que tenía aplazada una sesión de fotos por el barrio en espera del buen tiempo. Ya saben nuestros dos lectores que aquí el menda, de vez en vez, tortura al personal mostrando fotos que subjetivamente le parecen curiosas. ¡Ojo! Que sean curiosas no quiere decir que sean buenas. Su función es puramente documental, divulgativa. Además, a diferencia de otras modalidades de fotografía coñazo, mi jeta no aparece por ningún lado, lo cual es un atenuante muy de agradecer. Pero volvamos al tema de los puentes.
Hasta quien no vive aquí sabe que en Berlín hay gente pá tó. Por rocambolesca y/o absurda que pueda parecer una idea, siempre llegará un colgao –o colgá, que también tenemos mogollón– y tratará de ponerla en práctica. Con mayor o menor destreza, quizás sin sombra alguna de talento, da igual, lo intentará de todas formas. Aunque en general tales especímenes harían mejor estándose quietecitos, algunos artístas anónimos pueden llegar a sorprender gratamente. Este pudiera ser el caso de un par de ejemplitos que me quedan a tiro piedra de casa, sobre el puente que cruza las vías del tren, y que ayer, aprovechando el madrugón y el sol, inmortalicé para compartir con sus señorías. Juzguen ustedes mismos.
Lámpara arbórea por gentileza de los dueños del biergarten que me queda a escasos 100 metros de casa. |
Estarán pensando, queridos lectores, que ahí se terminó ahí la jornada ¡Pues nada de eso! Las fotos me llevaron poco tiempo, así que decidí continuar mi periplo urbano, ir al banco y ya de paso, aclarar una duda histórica que lleva años rondándome la cabeza pero que les comentaré en el siguiente post...
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